Entrevista a Mevlevi Şefik Can


Llegué a conocer a Rumi así como a amarlo gracias a las traducciones e interpretaciones de sus obras llevadas a cabo por Şefik Can. Siempre que tomo entre mis manos el Masnavi u otros libros, incluyendo algunos de sus versos, envío mi más sincera gratitud a Şefik Can y he seguido estándole agradecida durante todos estos años. No sé porqué he retrasado hasta este verano pasado mi intención de entrevistarle, pero finalmente así lo hice, y un día de estío me dirigí a su casa en Şaşkınbakkal sin proponérmelo pues no tenía planificado hacerlo en mi agenda. A pesar de lo repentino de la entrevista, nuestra conversación se extendió durante horas debido a la profundidad de conocimientos del entrevistado y a la trascendencia de los asuntos y temas a tratar, así como las dificultades causadas por sus malestares físicos propios de la vejez.

En realidad, si no hubiera sido por Nur Artıran, su discípula e hija espiritual, que siempre se ha encontrado a su lado todos estos años, y a quien el Sr. Can confió sus obligaciones y responsabilidades propias de su cargo tras su muerte, conforme a su voluntad, honestamente no habría podido llevar a cabo nuestra entrevista de un modo tan fluido y dinámico, y presentársela a ustedes tal y como a continuación comprobarán. El hecho de que sus ancianos oídos oyeran tan poco obligó a la Sra. Artıran a repetir varias veces cada una de mis preguntas, una a una, acercándose a los oídos de su maestro espiritual como si estuviera deletreando mis interpelaciones. Al contestar, lo hacía con una voz apenas audible, por lo que la tarea de la Sra. Artıran era interpretar sus respuestas de una manera inteligible. Más adelante, después de volver a escuchar la grabación de audio, recibí un inestimable ayuda adicional por parte de la Sra. Artıran en volver a ensamblar los diferentes fragmentos de la entrevista, puesto que el difunto maestro espiritual mevlevi deseaba ofrecer a mis preguntas tales respuestas exhaustivas y extensas que a menudo profundizaba en los argumentos complementarios que sustentaba el asunto principal pero que en ocasiones hizo difícil que siguiera su línea lógica. Por lo tanto, antes de comenzar este reportaje, quisiera expresar mi más sincera gratitud a la Sra. Artıran, que se hallaba familiarizada con el lenguaje —literal y espiritualmente hablando— del difunto Sr. Can. Quizás el hecho de conocer que haya delegado sus funciones y compromisos morales que recibió a su vez de su Maestro, Tahir’ul Mevlevi, a un discípulo femenino mevlevi pueda sorprender a alguna gente. A pesar de todo, el Sr. Can deseó ver que Artıran llegara a convertirse en una postnişin —sheij— de un grupo femenino de sama para realizar sama con las mujeres y que mantuviera conversaciones y charlas sufíes las cuales promovía él durante su vida.

En última instancia, soy de la opinión que haber realizado dicha entrevista a Can ha sido un regalo inaudito que Dios me ha otorgado, de modo que compartir su voluntad y su punto de vista con el resto del mundo, tal y como se hace referencia en esta entrevista, se haya convertido efectivamente en mi responsabilidad, ya que el Sr. Can fue el anterior sheij mevlevi, un devoto discípulo de Rumi que no sólo conocía de manera inestimable los pilares fundamentales de la orden mevlevi sino que también los llevó a la práctica de la mejor manera posible. He reservado esta entrevista durante todo un verano, sin publicarla, porque pensaba que la época más apropiada para hacerlo sería justo después del Shab-i Arus, la noche en que Rumi regresó junto al Creador, que se celebra todos los años cada 17 de diciembre. Sin embargo, ya que se encontraba tan enfermo durante esos días, consideré que sería más apropiado posponerlo hasta este momento, en el que el destino ha querido sea en este día.

¿Señor, cómo llegó a conocer el legado de Rumi?

Soy el hijo de un muftí de pueblo. Nací en la localidad de Tebricik, en Erzurum (Turquía), y mi padre pasó a ser más adelante el muftí de dicho pueblo. A mi padre le interesaba enormemente la literatura. Era al mismo tiempo un inestimable erudito religioso licenciado en una madraza (escuela musulmana donde se realizan estudios superiores) y un importante muftí de la época. Asimismo fue un intelectual que enseñó en Dar’ul Muallim, la escuela de magisterio. Mi padre me enseñó los idiomas árabe y persa antes de que iniciara mis estudios en la escuela, aunque he de decir que realmente aprendí cómo hablar dichos idiomas a través de las palabras de Rumi. Muchos de los poemas de Rumi que sé de memoria son en realidad aquellos poemas que mi padre me enseñó en aquellos días, y mi acercamiento a Rumi comenzó con el amor de mi padre hacia Rumi, que me influyó profundamente. A la sazón, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, lo abandonamos todo y nos mudamos a Sivas, y desde allí a Yozgat. Tras haber estado ya en demasiados lugares, nos trasladamos de nuevo debido a la dureza de la guerra, y finalmente llegamos a la población de Yıldızeli, en algún lugar entre Sivas y Tokat, así que contemplé y experimenté todos los sufrimientos de la guerra cuando era tan sólo un niño. Designaron a mi padre como muftí de Yıldızeli muy poco después de que hubiésemos llegado. A la vez que asistía a la escuela primaria, mi padre me hizo memorizar versos de Hafiz, Sadi y Rumi, y leí el Gulistan de Sadi. Cuando terminé mis estudios en la escuela primaria, mi padre me enseñó las obras maestras de estos tres sabios y de otros hombres santos. Después, asistí a una escuela militar en Tokat, y a continuación el Instituto Militar de Kuleli, en Estambul. Obtuve mi título en dicha institución militar y pasé a la Academia Militar, donde tras licenciarme me convertí en oficial del ejército turco; sin embargo, albergaba un gran deseo de llegar a ser algún día profesor. Esto se debía a que el profundo amor por los libros, la ciencia, la enseñanza y el aprendizaje que contemplé en mi padre, quien fue mi primer guía y maestro espiritual, me había sido transmitido a su vez. Asistí en secreto a cursos de literatura en el Departamento de Literatura Turca en la Universidad de Estambul. Cuando mi secreto fue descubierto, me destinaron a una unidad militar en una ciudad llamada Vize, en la Tracia turca, pero no cejé en mi empeño incluso allí. Cierto día, escribí una carta que expresaba mi pasión por la enseñanza al comandante de mi unidad, preguntándole si podría concederme permiso para terminar mi educación académica, y más adelante aprobé el examen para el profesorado con el permiso de mi comandante. Aunque, para convertirme en profesor, debía completar dos años de practicas. Ese es el motivo, pues, del hecho que me destinaran al Instituto militar de Kuleli, de modo que pudiera finalizar mi período de practicas bajo la supervisión de Tahir’ul Mevlevi, que en aquel entonces enseñaba en dicha institución militar.

De este modo fue cómo conocí por vez primera a Tahir’ul Mevlevi durante aquella época, y tuve el honor de acompañarlo y de servirlo durante 16 años. ¡Contempla la Voluntad de Dios, pues recibí mi diploma material y espiritual de manos de Tahir’ul Mevlevi! En verdad que este hecho fue un gran favor de Dios para con mi persona. Mi primer profesor espiritual fue mi difunto padre; sin embargo, Tahir’ul Mevlevi fue mi segundo maestro, que amé tanto como a mi padre. Él iluminó mi senda hacia Rumi y me orientó con su experiencia. Ciertamente, el amor de Tahir’ul Mevlevi hacia Rumi tuvo una enorme influencia en mí. Este es el motivo por el cual me hice de todas las obras clásicas de la literatura mundial, las obras de los más famosos poetas, y las leí todas. He dedicado toda mi vida a la lectura, y constituí con el tiempo una biblioteca personal de 10.000 ejemplares. Mientras tanto, tuve como máximo deseo profundizar en conocimientos de la literatura clásica griega y romana, e incluso escribí un libro sobre la mitología clásica griega. Busqué y leí toda la literatura mundial, y estudié todo aquello que examiné. Mi propósito al expresar todo lo anterior es simplemente aclarar que no mostraba solamente una ciega adhesión hacía Rumi.

¿Señor, se puede afirmar que el cuarteto «ven, ven quienquiera que seas» es entendido correctamente por la gente contemporánea?

Este cuarteto no pertenece a Rumi, y esto es sabido ya por todos. El bibliotecario destinado en el dergah (el santuario donde rezan, estudian y viven los derviches), el difunto Necati Bey, había observado este cuarteto escrito en una antigua muestra de caligrafía impresa en una hoja. Sin averiguar su origen, propagó el rumor por todas partes en relación a que era un cuarteto obra de Rumi, mientras que en realidad es obra de otra persona, que aparece en una antología denominada Harabat, compilada por Ziya Paşa. Lo observe en otro cuarteto manuscrito a su vez; sin embargo, ya que Rumi posee numerosos cuartetos como éste, e incluso más apasionados, puede ser que asimismo hubiese sido aceptado como cuarteto obra de Rumi. De hecho esto no es muy importante. El inconveniente principal tiene relación con aquellos que ignoran el espíritu implícito en este cuarteto y lo abordan superficialmente, así como aquellos que contribuyeron a este malentendido:

«Ven, ven, quienquiera que seas.
Vagabundo, idolatra, adorador del fuego,
Ven aunque hayas roto tus votos mil veces,
Ven, y ven una vez más.
La nuestra no es una caravana de desesperanza».

Esto concretamente indica el versículo coránico, «Di: “¡Oh siervos que habéis transgredido contra vosotros mismos! ¡No desesperéis de la Misericordia de Dios! Ciertamente, Dios perdona todos los pecados. En verdad, sólo Él es Aquel que perdona los pecados de sus siervos, el Compasivo”». (Sura az-Zumar, 39:53), así como todos los versículos coránicos a los cuales Dios se dirija con «Oh gentes». La cuestión es que no importa cuán pecaminosa es una persona, si sinceramente se arrepiente y pide perdón a Dios, será purificada de sus pecados. Y así señala Rumi: «Oh ser humano, tu corazón se encuentra abarrotado de ídolos. Aunque se halle repleto de ídolos mundanos y cada una de tus partes esté estigmatizada con inmundicias terrestres y corpóreas, no sucumbas a la desesperación. Preséntate en nuestro dergah, toma el hacha del amor y la fe, y rompe los ídolos de tu interior. Si bebes alcohol, acércate para así disciplinar tu ego en nuestro dergah, golpea la botella en una piedra, y después bebe el vino sagrado. Ven, límpiate y purifícate con el agua de la verdad en nuestras manos, queda purificado de tu inmundicia y pasa a estar limpio

Él no señala «Venid, nuestro dergah se encuentra disponible para todo el mundo. Realizad en nuestro dergah aquello que en el exterior la gente no acepta, que será bien recibido» sino que la gente lo malinterpreta de dicha manera, de modo que constantemente la lectura de este cuarteto ha tenido algunos efectos negativos en ciertos individuos. Mediante esta interpretación incorrecta, reconocen a Rumi de modo erróneo percibiéndolo como un materialista que cree en la eternidad del Mundo y rechaza el Más Allá, así como alguien que cree que el alma muere junto con el cuerpo. Sucesivamente, lo consideran discípulo de otra secta o de otro camino, como si Rumi tolerase y aceptase todo aquello que Dios no acepta y que el Profeta no encuentra adecuado. ¿Es posible una cosa así? Rumi escribió: «Soy esclavo del Corán mientras me halle con vida. No soy más que polvo en la senda de Muhammad, el Elegido». En uno de sus hadices (dichos y tradiciones), el profeta Muhammad indica que si la gente se arrepiente y pide perdón a Dios, pero a pesar de ello cometen el mismo pecado de nuevo, éstos pasan a ser más pecadores. Si faltas a tus juramentos cientos de veces y esto es considerado insignificante, entonces ¿es esto adecuado en la creencia islámica? Aquellos que ignoran el espíritu y la esencia de este versículo, y que lo interpretan solamente como un valor nominal, definitivamente reconocerán de manera incorrecta a Rumi. ¿Y no señaló Rumi si no otra cosa? ¿Por qué nadie se digna en leer el cuarteto en el cual él señala «Soy esclavo del Corán mientras me halle con vida. No soy más que polvo en la senda de Muhammad, el Elegido»? ¿Acaso estas palabras no describen a Rumi? Para entender el anterior cuarteto, hemos de pensar profundamente. Pero ya que nadie quiere obrar así, parece apropiado para el camino de cada uno.

En su opinión, ¿qué clase de ser humano es Rumi?

Realmente, no estamos capacitados para entenderlo y describir a fondo su idiosincrásia. Esta es la razón por la cual cada uno comprende y habla acerca de Rumi según su comprensión e intuición personales, y expresan lo que ven en sus propios espejos de corazón. Los grandes santos se asemejan a vastos océanos y nosotros somos como pequeñas gotas del agua en comparación. Del mismo modo que una pequeña gota de agua no puede abarcar todo un mar, tampoco puede describirlo correctamente. Rumi, que por sí mismo contempló y conoció todo esto hace siglos, se había descrito en uno de sus cuartetos del modo siguiente: «Soy esclavo del Corán mientras me halle con vida. No soy más que polvo en la senda de Muhammad, el Elegido. Si cualquier persona interpreta mis palabras de cualquier otra manera, me lamento por dicha persona y deploro sus palabras». Este cuarteto es un documento muy claro en relación al camino de Rumi que permitiría a todos entenderlo. Lo rememoramos como el sultán de los amados, pues él expresa:

¡Nuestra madre es el amor! ¡Nuestro padre es el amor!
¡Nacemos del amor! ¡Somos amor!
Todos los amores constituyen un puente que conduce al Amor Divino.
Amar a los seres humanos significa amar a Dios.

Describir su humildad y modestia eternas no tiene fin, y es imposible concluirla. No tenemos ningún derecho de indicar cualquier cosa a aquellos que dicen hallarse siguiendo su camino; sin embargo, contempla las palabras de esa gran persona, quien es un ejemplo de la humanidad: «Valoran mi turbante, mi traje y mi cabeza, los tres a la vez, en un dirham (una unidad monetaria pequeña) o algo menos. ¿Acaso no has oído alguna vez mi nombre en este mundo? No soy nada, nada, nada». Aquí se da una muestra clara de la modestia de Rumi, un gran santo. Ser nada y continuar caminando en esa trayectoria teniendo en cuenta su condición ligada a la nada no es fácil. El mismo Rumi dice que él no podría describir totalmente a un ser humano, incluso si así lo intentara hasta el Día del Juicio Final. ¿Cómo entonces podría describir incluso a Rumi, un ser humano ejemplar? Una vez más un notable santo describe a este gran santo de la mejor de las maneras. Abdurrahman Jami indicó una vez: «El Masnavi es suficiente para probar la valía de ese sultán único del mundo de los sentidos. ¿Qué puedo expresar más acerca de las cualidades y la superioridad de este gran ser? Él no es un profeta, pero posee un libro.»

Sabemos que ascendió a post (cargo del sheij que dirige la ceremonia sama) en algunas ocasiones junto con Selman Tüzün, para la ceremonia de «Shab-i Arus» en Konya en la década de los 60 del pasado siglo. ¿Por qué se retiró del post más adelante y no continuó con dicha misión?

No pude ascender a ese post —asiento de piel simbólico de los sheij que dirigen la ceremonia de sama— en Konya en más ocasiones gracias a un favor de Dios. Si hubiera continuado dicha misión, habría continuado viviendo como un sheij ceremonial. Por lo tanto, no habría podido tener la ocasión de realizar estudios abordando las obras maestras de Rumi puesto que, en mi opinión, he pasado muchos de mis años simplemente intentando preparar estas obras para que pudieran servir a los discípulos de Rumi. Los libros han sido siempre el aspecto más importante de toda mi vida. Por esta razón, nuestro maestro Rumi me dio permiso y permitió que estudiara sus obras, previniéndome con eficacia a partir de emplear mi tiempo en otras actividades. De esta manera, él me enseñó a ocuparme en un buen servicio a través de sus propias obras. Y no importa cuán agradecido pueda mostrarme a Dios por este consentimiento, nunca será suficiente.


Entrevista aparecida en el diario turco «Zaman», el 31 de enero de 2005



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